Comentario
La guerra que estalló en el 298 a.C. era la continuación de la precedente, pero con un frente ampliado que incluía a los etruscos, los galos senones y los samnitas.
Los estados etruscos, conducidos por Vulci y Volsinii (Orvieto), emprendieron la lucha contra Roma. Se armaron con todo cuanto pudieron, con grandes sacrificios materiales, y alistaron en sus filas mercenarios galos. Recibieron, además, refuerzos de los pueblos apenínicos de la Umbría.
Entre el 298-296, los principales generales romanos fueron destacados al Sur (Fabio Rulliano, Decio Mure y Escipión Barbado) y al Norte, contra los etruscos, se envió a Apio Claudio. Pero los samnitas, en una arriesgada marcha hacia el Norte, llegaron a unificar sus tropas con el esfuerzo de los etruscos, umbros y galos, todos ellos unidos por su odio común hacia Roma. Después de una serie de luchas de resultados inciertos y una victoria samnita del 295, a raíz de la cual Capua fue devastada, el frente se centró en Sentino, a unos 35 km. de Gubbio. En un combate sangriento que primeramente comenzó con un ataque victorioso de los galos, que luchaban en carros, finalmente vencieron los romanos, aunque con graves pérdidas propias. Aún continuaron las luchas en Etruria y en el 284 a.C., junto a Arezzo, los etruscos y galos lograron aniquilar un ejército romano, cayendo incluso su general, Lucio Cecilio. Al año siguiente, otro ejército galo-etrusco atacó Roma. En el lago Vadimón, cerca de la actual ciudad de Orte, fueron derrotados definitivamente. Los samnitas, que continuaron la guerra con suerte muy desigual, sufrieron finalmente en el 293 a.C. una derrota determinante en Aquilona, que prácticamente puso fin a la resistencia de este pueblo. El Samnio quedó prácticamente arrasado y la paz que desde el 290 a.C. se impuso en los territorios de este pueblo fue bastante semejante a la paz de los cementerios.
Etruria, por su parte, extenuada por la lucha, accedió a formalizar tratados con Roma muy poco ventajosos. En algunos casos, gran parte del territorio de algunas ciudades fue anexionado por Roma, como sucedió en Vulci, Caere, Tarquinia y Rosellae. En el 265 a.C. los graves disturbios sociales en Volsinii sirvieron de pretexto a los romanos para intervenir y acabar con el último bastión de la resistencia etrusca. Tomaron la ciudad al asalto, se llevaron las obras de arte a Roma -más de dos mil estatuas entre otras joyas- y devastaron el territorio de la ciudad de modo tan sistemático que los supervivientes hubieron de abandonar la elevada meseta donde se asentaba la ciudad e instalarse en la de Bolsena, junto al lago de igual nombre.
Paralelamente, en el 290 a.C., Mario Curio Dentato, al frente del ejército romano, había conquistado y anexionado definitivamente la Sabina. La conquista de la Sabina abrió a Roma el camino hacia el Piceno y el Adriático, regiones de interés estratégico para el control de los galos. En el 264 a.C., tras la deductio de Hadria, Rímini y Fermi, los romanos completaron el control sobre la costa y las colonias romanas de Sena Gallina (289-83) y Castrum Novum (264) reforzaron la presencia militar directa.
Así, de la construcción de un Estado territorial en el Lacio e inmediatas localidades, Roma había pasado a la hegemonía itálica, con una enorme ampliación también sobre la jurisdicción directa. Los años sucesivos, hasta la primera Guerra Púnica, representaron ajustes de la política practicada en los años de guerra. Fueron relevantes el encuentro con Pirro y la extensión del control romano a la Magna Grecia.